Protegiendo a las abejas, protegemos a la humanidad

Silenciosamente, las abejas están desapareciendo. Por millones en todo el mundo y en España, primer productor de miel de la Unión Europea, la mortalidad está alcanzando el 30 al 35%. ¿Las causas? Un parásito asiático, un ácaro, la varroa, que vive de la sangre de las abejas (hemolinfa) y un protozoo, nosema, y ataca su aparato digestivo. Para algunos el cambio climático, los pesticidas o la calidad del polen, para otros incluso, las radiaciones de los teléfonos móviles. En resumen, la contaminación medioambiental. Lo cierto es que el “Síndrome del Desabejamiento de las Colmenas” está matando a millones de abejas en el mundo.
¿Qué es lo que realmente está provocando este fenómeno? ¿Qué consecuencias traería su ausencia? ¿Perderíamos la miel solamente? ¿Qué bienes o servicios brindan a la vida la actividad de las abejas?
Algunos de estos interrogantes serán los que comencemos a desvelar a través de estas páginas.

Las abejas como multiplicadoras de vida

Los apicultores citamos con frecuencia a Einstein con una frase atribuida al científico, “si la abeja desapareciera de la Tierra, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida: sin abejas no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres”.
El Archivo Oficial de Einstein no registra que saliera de boca del científico tal profecía, pero la cita tiene un gran fondo de verdad: la naturaleza no sería fructífera sin la ayuda de estos casi milagrosos insectos.
Las abejas aseguran la fecundación del 60 al 80% de las especies vegetales y son imprescindibles en el caso de especies auto incompatibles, es decir, aquellas que no pueden autofecundarse porque su polen y pistilo no se reconocen. Desde hace millones de años estos insectos obtienen su ración de alimento de las flores y realizan una tarea ciclópea, silenciosa y poco valorada: la polinización.
El término polinización hace referencia al desplazamiento o trasiego del polen desde una flor que lo produce, a otra flor de su misma especie, en principio, que lo recibe. Este fenómeno trae asociado consecuencias inmediatas y de gran trascendencia, como son la formación del fruto, de importancia vital para la agricultura y la formación de la semilla, que servirá al vegetal para perpetuar su especie y multiplicarse.
Para estimar en su justa medida el trabajo de polinización de las abejas, debemos decir que para conseguir una carga de néctar de su buche una abeja necesita visitar entre 1.000 y 1.500 flores, pudiendo hacer una media de 10 viajes diarios. Si consideramos una colmena media de 50.000 pecoreadoras, durante una floración de 20 días habrán visitado mil millones de flores. Para conseguir un kilo de polen, se necesitan aproximadamente 60.000 viajes.
En términos puramente económicos, la Comunidad Europea valoró en 6.500 millones de euros el valor producido por las abejas a través del incremento de las producciones agrarias. La FAO ya estableció en los años ochenta un valor económico de la polinización estimado en 20 veces el valor comercial de los productos obtenidos de la colmena.
En España, los cultivos sometidos a polinización por abejas, son principalmente los árboles frutales (almendro, melocotonero, cerezo, ciruelo, manzano, peral) las leguminosas forrajeras (alfalfa, trébol), las cucurbitáceas (melones, pepinos, calabazas, calabacines), las plantas para la extracción de aceite (girasol, colza), las fibras textiles (lino, algodón), todos los cultivos hortícolas, las plantas de flor y la vid. Sería bastante más sencillo, como ven, citar los vegetales que no necesitan de las abejas en el proceso de polinización.

Las abejas como productoras directas de riqueza

Frágiles y laboriosas, las abejas no sólo producen miel, polen, cera, propóleos o jalea real; sino que se encargan también de libar el néctar de las flores, y al hacerlo, permiten que el polen pase de una flor a otra, lo que facilita que la fruta crezca. Se estima que nada menos que una tercera parte de lo que comemos procede de plantas o árboles que necesitan la colaboración de la apis mellifera –la especie más productiva – para desarrollarse.
Un ejemplo sencillo y palpable puede ser mejor que mil palabras. Estudios realizados por productores valencianos de cítricos concluyen que la actividad de los insectos polinizadores genera en la producción agraria valenciana unos 600 millones de euros, aproximadamente el 36% del total. El sector que más beneficios obtiene es el de los frutales. Alrededor del 70% del valor económico generado. En el caso de las almendras, por ejemplo, sin insectos no produciría más allá del 10% de los valores normales. En conclusión, la abeja de miel genera con seguridad anualmente unos 450 millones de euros en el sector agrario valenciano, mientras que los productos derivados de la apicultura suponen unos 18 millones anuales. La polinización supera 40 veces el valor de los productos apícolas.
Otro caso muy concreto en el que puede apreciarse claramente el rendimiento económico de la acción de las abejas es el de la producción de forraje. Ciertas plantas como la alfalfa son fuente de forraje para los animales domésticos. La intervención de los polinizadores aumenta la producción y genera semillas para la replantación. Podemos seguir por este camino y llegar a comprender que una parte de la producción ganadera y de sus derivados depende de los polinizadores, aunque sea muy compleja su cuantificación.
Los polinizadores son habitantes estratégicos de los ecosistemas y podemos considerar que forman la base de la pirámide ecológica, dada su capacidad de perpetuar la cubierta vegetal. Si las poblaciones de abejas disminuyen sea cual fuera la causa, sucederá lo propio con muchas plantas, frutos y semillas que son consumidas por otros insectos, aves, mamíferos y otros animales. El resultado posible, es una reacción en cadena que disminuye la biodiversidad y provoca una caída del ecosistema. Sería retórico preguntarnos qué valor económico se le puede asignar a la óptima producción de plantas de nuestro entorno natural. La respuesta más aproximada sería: incalculable.

Las causas de la desaparición

Pero las abejas están desapareciendo. Lo que hoy recibe el nombre de «Síndrome de Desabejamiento» o «Trastorno del Colapso de las Colonias (CCD)», es la lenta pero permanente desaparición de las abejas obreras, sin las cuales la colmena no puede sobrevivir y acaba muriendo de inanición. Las buscadoras del néctar o pecoreadoras salen en busca de comida –su tarea habitual desde los comienzos de la especie- pero no regresan a su hogar, dejando abandonada a su suerte a la abeja reina. No se ha descubierto aún al letal asesino que no deja rastros mortales en las inmediaciones de la colmena.
El misterio de las abejas volatilizadas ha hecho desaparecer un cuarto del total de las poblaciones de las colmenas en Estados Unidos. Mientras se intenta descifrar el enigma, los científicos norteamericanos manejan varias causas: desde la sequía a los pesticidas, pasando por el estrés (debido al desplazamiento de las colmenas portátiles en trailers con el fin de polinizar cultivos) o las ondas de los teléfonos móviles. A pesar de esto, hasta hoy no dejan de ser meras especulaciones, todas ellas pendientes de comprobación científica.
Los apicultores españoles se apercibieron de los primeros síntomas del “asesino silencioso” a comienzos del año 2000, fecha en la que los científicos calculan que el mal se introdujo en nuestro país. España es el país europeo con mayor población de ganado apícola, con un total de 2.320.949 colmenas repartidas por todo el territorio nacional, según el último censo de diciembre de 2006 elaborado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA). El problema afecta a 23.265 apicultores, de los cuales el 25% son profesionales (con más de 150 colmenas) y el 75% aficionados. La mayoría viene sufriendo pérdidas del 40%, sobre todo de septiembre a enero.
En el laboratorio del Centro Apícola de Guadalajara tienen una respuesta a esta incógnita. Luego de analizar más de 8.000 muestras de abejas de España y otros países de la Unión Europea en los últimos siete años, los científicos de este laboratorio están convencidos de que el parásito “nosema ceranae” es el asesino invisible de las abejas. Y confirman cifras escalofriantes. Sostienen que más de la mitad de las colmenas españolas están afectadas y que si no se las trata, pueden morir en un año.
¿De dónde procede y cómo entró el parásito en España? Procede de Asia. La abeja asiática o cerana es muy resistente a las enfermedades, pero poco productiva. Por este motivo se llevaron abejas europeas o melíferas a Asia, para producir más miel. Al entrar en contacto con ésta, el parásito la arrasó, saltó a su nuevo hospedador y pasó a Occidente. El parásito las elimina en tres días, es por eso que las abejas que salen a buscar el polen mueren exhaustas en el campo sin que queden restos mortales en las cercanías de la colmena.

Los científicos de Guadalajara creen que hay razones para la alarma. Sostienen que hay que adoptar ya medidas sanitarias adecuadas ya que la desaparición de las abejas significaría una catástrofe medioambiental de proporciones, se perdería una biodiversidad calculada entre un 30 y un 40%, independientemente del desastre de la producción agraria.

Pero otras voces apuntan también a otras causas que explicarían el fenómeno de desaparición de las abejas. Según los científicos que estudian el tema en la Universidad de Córdoba, una nutrición deficitaria de la abeja –debida a la baja cantidad y calidad del polen, sobre todo en época de sequía- los plaguicidas –fundamentalmente el imidacloprind y friponil- y el nosema ceranae. Para ellos, la aparición del parásito puede ser más consecuencia que causa, debido a que la colmena se debilita y da paso a la beligerancia del “asesino silencioso” (causas multifactoriales).

Los ecologistas también tienen algo que decir en el debate. Ellos sostienen que las abejas, como indicadores medioambientales de precisión frente a los cambios del entorno, nos están recordando que el actual modelo agrario y ganadero es insostenible. Denuncian que los tóxicos, los transgénicos, la erosión de la biodiversidad y la contaminación industrial, así como el manejo comercial de las colmenas, que genera altos niveles de estrés en las abejas, pueden haber favorecido la aparición del parásito.
A finales del pasado mayo se registraron nevadas en las Sierras de Madrid, el pasado invierno los termómetros nos sorprendieron con 25 grados en Sevilla… El cambio climático es, para muchos, un factor que está incidiendo en el despoblamiento de las abejas. El tiempo las engaña con floraciones tempranas y a destiempo, alterando su reloj biológico, etc.

Las abejas en cifras

El censo de colmenas verificado sobre la base del registro de explotaciones en España al mes de marzo del 2007 asciende a 2.350.000, lo que supone un descenso del 6% con respecto a lo comunicado el año 2004. El nivel de profesionalización del sector en la Península sigue aumentando, según lo demuestra el hecho de que de los 23.265 apicultores totales, el 24,6% sean profesionales (denominación que se otorga a apicultores con más de 150 colmenas). Este porcentaje es 6 puntos superior al registrado en el año 2004. Más del 80% de las colmenas se encuentran en manos de estos apicultores profesionales, lo que no hace sino continuar una tendencia de concentración que ya se verificó en el período anterior.
La apicultura ha sido perjudicada en los últimos años a causa de la sequía. Esto fue determinante para la menor producción de miel, además de los incendios que tuvieron gran repercusión en Castilla, León, Valencia y Extremadura. Estas causas, sumadas a las etiológicas que ya analizamos, puede explicar el descenso de más de 100.000 colmenas desde 2004, así como la retirada de más de 1.000 apicultores no profesionales.
La producción total se sitúa en España en el año 2006 en 28.998 toneladas, lo que supone un descenso desde el 2004 en el orden del 11,2%. En las comunidades con mayor producción –Andalucía, Valencia, Extremadura, Castilla y León- las pérdidas llegaron en algunos casos a más del 40% de la producción. El grado de autoabastecimiento de España se sitúa en el 82% de acuerdo a la reducción observada. La miel que prepondera es la llamada milflores que alcanzó, en el año 2006, el 61% de lo producido. Son importantes también la producción de otro tipo de mieles como la de azahares, en las regiones mediterráneas, o la de mela y bosque, en Castilla y León.
La producción de cera y polen son consideradas como residuales en algunas comunidades, pero en otras adquiere importancia creciente. Se destaca Extremadura como principal productora de polen con 325.000 kg. De los 677.000 kg. totales a nivel nacional. También es la principal productora de cera, con 216.000 kg. De los 878.900 kg. totales.
La venta a mayoristas ocupa el primer lugar en las posiciones con el 51% del total, mientras que la venta directa al consumidor llega al 17%. Finalmente, la venta envasada al minorista atesora el 9,6% del total del producto. En lo que se refiere al comercio exterior, las importaciones totales en el 2006 llegaron a 16.500 tn, un 16% más que en 2005, mientras que las exportaciones llegaron a la cifra de 11.200 tn, un 12% más que el año anterior. Estos datos confirman un aumento de las importaciones de casi 3.000 tn con respecto a 2004 y un aumento de las exportaciones tras el descenso del 2005. La mayor parte de las importaciones españolas (79,2%) tienen origen extracomunitario, alcanzando las 13.517 tn frente a las 3.600 tn de origen en la Unión Europea.
En cuanto a las exportaciones, el principal mercado para las mieles españolas sigue siendo el intracomunitario, al que se enviaron 9.614 tn.

Situación e Importancia de la Apicultura Tradicional en Asturias

Más de un tercio de cada culín de sidra se lo debemos a las abejas, porque ellas son las grandes polinizadoras de los manzanos, como sucede con el resto de las frutas.
Las abejas siempre han estado vinculadas a la actividad rural asturiana. Desde tiempos inmemoriales, en todas las casas de campo había colmenas para surtirse de miel, único edulcorante a disposición de la familia, y de cera para hacer velas.
En el censo realizado por el Marqués de Ensenada a mediados del siglo XVIII, existían 65.813 colmenas en Asturias.
En el año 2007 hay unas 25.000 censadas, y en la FAPI existen unas 13.232 aproximadamente de cuyo cuidado se encargan 776 productores que se encuentran distribuidas en los concejos de la siguiente forma:
 
POBLACIÓN
COLMENAS
APICULTORES
Allande
1.086
24
Aller
542
26
Amieva
48
4
Avilés
48
5
Belmonte
491
14
Bimenes
30
6
Boal
66
5
Cabrales
23
2
Cabranes
106
7
Candamo
44
5
Cangas de Narcea
107
8
Cangas de Onís
83
10
Caravia
32
3
Carreño
129
10
Caso
43
3
Castrillón
154
13
Coaña
46
3
Colunga
127
10
Corvera
250
15
Cudillero
36
8
Degaña
13
1
El Franco
14
2
Gijón
627
69
Gozón
192
13
Grandas de Salime
62
3
Grao
462
32
Ibias
54
3
Illano
35
3
Illas
31
5
Langreo
192
15
Las Regueras
216
12
Laviana
48
4
Lena
282
5
Llanera
181
11
Llanes
182
8
Mieres
345
23
Morcín
118
9
Nava
99
8
Noreña
7
1
Onís
48
2
Oviedo
758
10
Parres
66
5
Peñamellera
9
1
Pesoz
7
1
Piloña
466
34
Ponga
53
4
Pravia
75
7
Proaza
101
3
Quirós
102
8
Ribadedeva
20
2
Ribadesella
87
5
Ribera de Arriba
107
8
Riosa
135
8
Salas
626
24
San Martín de Oscos
17
1
San Martín del Rey Aurelio
216
9
San Tirso de Abres
40
5
Santa Eulalia de Oscos
24
4
Santo Adriano
49
6
Sariego
61
5
Siero
774
54
Sobrescobio
30
2
Somiedo
543
23
Soto del Barco
9
2
Tapia
3
1
Taramundi
44
2
Teverga
369
19
Tineo
461
25
Valdés
347
16
Villaviciosa
792
63
Villalón
136
8
Yermes y Tameza
6
1
TOTAL
13.232
776
 
 
La producción total del Principado puede alcanzar las 500 toneladas de la variedad de miel milflores, lo que representa el 2,6% del total nacional. La producción de cera asciende a 28.000 kilos y el polen alcanza los 500 kg.
Más de un 50% de los de los apicultores asturianos con colmenas declaradas pertenecen a la Federación de Asociaciones de Apicultores del Principado de Asturias (FAPI).
Según mi convicción las abejas son un tesoro para la vida aunque para muchos sean solamente unos pequeños insectos que hacen una dulce melaza, (la miel) y que nos molestan con sus picaduras, tiene a mi modo de ver, otras características interesantes e importantes como sería, una vida en comunidad fascinante y una de las funciones esenciales de la vida natural: la Polinización.
Sin lugar a dudas la apicultura es una herramienta mas (Yo diría que la mas importante) en la conservación de la naturaleza por lo que, no puede verse excluida de los planes de conservación de especies, ecosistemas, reforestación, conservación de suelos, producción frutícula, ganadera, etc.
 
El sector apícola representa una actividad agropecuaria con unas características propias que la diferencian del resto de producciones ganaderas. Su principal labor es el mantenimiento de los ecosistemas y la biodiversidad a través precisamente de la polinización entomófila realizada por la cabaña apícola. Su aporte medioambiental puede contabilizarse tanto por una mejora de la Producción Final Agraria, en cantidad y calidad como, por su aporte al mantenimiento de la biodiversidad. Ningún otro sector ganadero aprovecha de una manera tan sostenible los recursos naturales y aporta al mismo tiempo beneficios al medioambiente vertebrando además al medio rural, contribuyendo así a su mantenimiento y desarrollo. Por tanto es un ejemplo de Modelo de Producción Sostenible medioambientalmente beneficioso, entendiendo como tal, aquel en el que concluyen los intereses económicos (producción de miel y productos de la colmena que aportan rentabilidad a las explotaciones apícolas), aspectos sociales, (fijación de la población al medio rural en aquellos territorios donde no existen apenas otras actividades económicas) y medio ambiente (no solo es respetuoso con el medio ambiente sino que, constituye una prestación de servicios a la sociedad mediante la polinización de nuestros campos), estos temas si los reflexionamos e intentamos desarrollar veremos que las abejas son imprescindibles para nuestro Principado.
Los insectos polinizadores han ejercido siempre una labor silenciosa pero eficiente. No han distinguido entre flora natural o los cultivos introducidos por el hombre, han prodigado su función benefactora en ambos casos. Pero la situación a día de hoy ha cambiado. Tanto los problemas crónicos de producción de determinados cultivos, con la apreciación de algunos entomólogos y de ciertos estudios que valoran la función de los polinizadores, ponen de manifiesto la disminución progresiva de estos insectos. La presión humana bien en forma de destrucción de hábitat o con la aplicación de insecticidas de uso agrícola ha provocado durante las últimas décadas la desaparición de muchos de estos polinizadores. En muchos casos el déficit es tan grave que, la función de polinizar es casi exclusivamente asumida por las abejas melíferas u otros himenópteros introducidos por el hombre (abejorros).
A todo lo dicho viene a sumarse el hecho incuestionable de que gracias a toda esta vegetación sostenida en gran medida por las abejas, existe toda una fauna con su enorme variedad de especies que, nos proporcionan carne, leche, huevos, lana, pieles,…
Nadie ignora que el género humano se sostiene, no gracias a los artilugios mecánicos a los preparados químicos que salen de las modernas factorías industriales si no, de los productos del campo ya sean, vegetales o animales. La humanidad ha subsistido durante decenas, centenas de milenios sin hacer uso alguno de todos esos productos industriales que hoy tenemos aquí a principios del siglo XXI que, lo único verdaderamente vital es nuestra alimentación y nuestro vestido, todo lo cual sale de la madre tierra es decir, de los frutos que produce la tierra, como son las plantas. La carne que consumimos es materia vegetal transformada por vacas, ovejas, gallinas, etc.
Por otra parte aunque, se reconoce que las abejas son insectos útiles para el hombre esto no se traduce en medidas legislativas para proteger a las colmenas y promover el uso de las abejas como polinizadores. En vez de esto, los apicultores se han visto gravemente perjudicados durante las últimas décadas por la aplicación generalizada de plaguicidas en zonas agrícolas, frutícolas, mantenimiento vegetal del suelo con herbecidas, por la presión humana y sus intereses, en definitiva, la legislación está hecha por personas de “despacho” seguramente con buena voluntad pero carentes de los conocimientos básicos necesarios para desarrollar leyes que protejan al cuidador y velador de la salud de las abejas que no es otro que el Apicultor, el cual, aquí en Asturias ha sido y es la pieza clave para que las abejas sigan vivas, a día de hoy uno de los principales artífices (quizás el principal) de que podamos presumir con orgullo de nuestro “Paraíso Natural” dado que hasta 1986 la abeja se desarrollaba en enjambres silvestres, a partir de ese momento el apicultor se convierte en una pieza clave en la subsistencia del insecto más importante para la polinización y para los beneficios que esta conlleva en la naturaleza, la causa es la aparición de la varroa la cual vive de la sangre de la abeja (hemolinfa).
Nuestro Principado de Asturias está compuesto por una orografía irregular, una vegetación muy variada, los pueblos están muy dispersos por esa geografía, estando sobre todo muy poblada la franja de la costa, lo cual hace necesario adecuar la normativa a nuestras peculiaridades, teniendo en cuenta incluso, nuestra cultura apícola, nuestra tradición, etc. Teniendo como referencia a otras autonomías y considerando igual a las de la Cornisa Cantábrica, Asturias maneja una media aproximada de 15 colmenas por apicultor hecho que, nos diferencia notablemente del estado apícola nacional,(teniendo en cuenta que España es el mayor productor de Europa con diferencia en toneladas de miel), esto significa que somos muchos apicultores con pocas colmenas lo cual, es indicativo de que las colmenas están diseminadas por el territorio Asturiano haciendo el extraordinario trabajo de la polinización y además produciendo la mejor calidad posible en miel, polen, propolis, etc. que también nos diferencia de los grandes productores de otros territorios.
Nuestro mensaje es el siguiente: Si consumimos miel Tradicional y Artesanal de Asturias, estamos contribuyendo al mantenimiento de la capa vegetal de nuestro Principado, a la producción de pastos, manzanas, arándanos, castañas, cerezas, piescos…etc; por lo que se deduce que nuestro paisaje en el que se funda el emblema Paraíso Natural, el turismo, la producción de leche, la carne, la sidra, nuestra fauna más representativa como el urogallo, el oso, etc, no sería posible sin la abeja.
La vida en nuestra querida Asturias no sería lo mismo, por lo que reclamamos a nuestras autoridades fórmulas que contemplen normativas que faciliten el trabajo y comercialización de los pequeños productores, para que la ilusión del apicultor tradicional y artesanal no decaiga, pues la abeja sin él podríamos decir que a día de hoy desaparecería.
Creo sinceramente que el Principado de Asturias no se merece menos.
(Escrito en el año 2006)

Casimiro Sixto Muñiz